PRÁCTICAS DEL LENGUAJE 4° GRADO C Y D
LAS SIGUIENTES TAREAS NO SON PARA
REALIZARLAS EN UN SOLO DÍA SINO MAS BIEN A LO LARGO DE LA SEMANA, UN POCO CADA
VEZ.
Podrán consultarme todas las dudas a
mi correo: magdalena.donnari@bue.edu.ar con gusto las responderé. Si tienen contacto
telefónico o virtual con algún compañera o compañero les pido que les informen
sobre estas tareas ya que no tengo las direcciones de mail de todos y todas.
Gracias!!!!
Tarea 1
Escucharemos
un cuento audiovisual de Ema Wolf “El rey que no quería bañarse”.
En YouTube
buscá el programa: “Cuentos de sillón El rey que no
quería
bañarse”. Es un cuento leído por Mariana Briski.
Escuchalo las
veces que necesites. En tu carpeta: escribí la fecha, copia las siguientes
preguntas y contestalas:
1. ¿Cómo era el rey?
2. ¿Por qué no quería bañarse?
3. ¿Cómo solucionó su problema?
4. ¿Qué parte de la historia te provocó
risa?
5. ¿Por qué?
TAREA 2
A continuación,
te presento el cuento que escuchaste para que ahora lo leas vos y resuelvas las
consignas:
El rey que no quería bañarse - CUENTO
Autora: Ema Wolf
Las esponjas suelen contar historias muy
interesantes, el único problema es que lo cuentan en voz muy baja y para oírlas
hay que lavarse muy bien las orejas. Una esponja me contó una vez lo siguiente:
En una época lejana las guerras duraban mucho, un rey se iba a la guerra y
tardaba treinta años en volver, cansado y sudado de cabalgar, y con la
espada tinta en chinchulín enemigo.
Algo así le sucedió al rey Vigildo. Se fue a la guerra una mañana y volvió veinte años más tarde, protestando porque le dolía todo el cuerpo.
Naturalmente lo primero que hizo su esposa, la reina Inés, fue prepararle una bañera con agua caliente. Pero cuando llegó el momento de sumergirse en la bañera, el rey se negó.
-No me baño –dijo-¡No me baño, no me baño y no me baño!
La reina, los príncipes, la parentela real y la corte entera quedaron estupefactos.
-¿Qué pasa majestad? – preguntó el viejo chambelán- ¿Acaso el agua está demasiado caliente? ¿El jabón demasiado frío? ¿La bañera demasiado profunda?-No, no y no –contestó el rey- pero yo no me baño nada.
Por muchos esfuerzos que hicieron para convencerlo, no hubo caso.
Con todo respeto trataron de meterlo en la bañera entre cuatro, pero tanto grito y tanto escándalo formó para escapar que al final lo soltaron.
La reina Inés consiguió cambiarle las medias,-¡las medias que habían batallado con él veinte años!- pero nada más.
Su hermana, la duquesa Flora le decía:
-¿Qué te pasa Vigildo? ¿Temés oxidarte o despintarte o encogerte o arrugarte..?
Así pasaron días interminables. Hasta que el rey se atrevió a confesar.
-¡Extraño las armas, los soldados, las fortalezas, las batallas! Después de tantos años de guerra, ¿qué voy a hacer yo sumergido como un besugo en una bañera de agua tibia? Además de aburrirme, me sentiría ridículo.
Y terminó diciendo en tono dramático: ¿Qué soy yo, acaso un rey guerrero o un poroto en remojo?
Pensándolo bien el rey Vigildo tenía razón. ¿Pero cómo solucionarlo? Razonaron bastante, hasta que al viejo chambelán se le ocurrió una idea. Mandó hacer un ejército de soldados del tamaño de un dedo pulgar, cada uno con su escudo, su lanza, su caballo, y pintaron los uniformes del mismo color que el de los soldados del rey. También construyeron una pequeña fortaleza con puente levadizo y con cocodrilos del tamaño de un carretel, para poner en el foso del castillo. Fabricaron tambores y clarines en miniatura. Y barcos de guerra que navegaban empujados a mano o soplidos.
Todo esto lo metieron en la bañera del rey, junto con algunos dragones de jabón.
Vigildo quedó fascinado. ¡Era justo lo que necesitaba!
Ligero como una foca, se zambulló en el agua. Alineó a sus soldados, y ahí nomás inició un zafarrancho de salpicaduras y combate. Según su costumbre daba órdenes y contraordenes. Hacía sonar la corneta y gritaba:
-¡Avanzad mis valientes! Glub, glub. ¡No reculéis cobardes! ¡Por el flanco izquierdo! ¡Por la popa…!- Y cosas así.
La esponja me contó que después no había forma de sacarlo del agua.
También que esa costumbre quedó para siempre. Es por eso que todavía hoy, cuando los chicos se van a bañar, llevan sus soldados, sus perros, sus osos, sus tambores, sus cascos, sus armas, sus caballos, sus patos y sus patas de rana.
Y si no hacen eso, cuénteme lo aburrido que es bañarse.
Algo así le sucedió al rey Vigildo. Se fue a la guerra una mañana y volvió veinte años más tarde, protestando porque le dolía todo el cuerpo.
Naturalmente lo primero que hizo su esposa, la reina Inés, fue prepararle una bañera con agua caliente. Pero cuando llegó el momento de sumergirse en la bañera, el rey se negó.
-No me baño –dijo-¡No me baño, no me baño y no me baño!
La reina, los príncipes, la parentela real y la corte entera quedaron estupefactos.
-¿Qué pasa majestad? – preguntó el viejo chambelán- ¿Acaso el agua está demasiado caliente? ¿El jabón demasiado frío? ¿La bañera demasiado profunda?-No, no y no –contestó el rey- pero yo no me baño nada.
Por muchos esfuerzos que hicieron para convencerlo, no hubo caso.
Con todo respeto trataron de meterlo en la bañera entre cuatro, pero tanto grito y tanto escándalo formó para escapar que al final lo soltaron.
La reina Inés consiguió cambiarle las medias,-¡las medias que habían batallado con él veinte años!- pero nada más.
Su hermana, la duquesa Flora le decía:
-¿Qué te pasa Vigildo? ¿Temés oxidarte o despintarte o encogerte o arrugarte..?
Así pasaron días interminables. Hasta que el rey se atrevió a confesar.
-¡Extraño las armas, los soldados, las fortalezas, las batallas! Después de tantos años de guerra, ¿qué voy a hacer yo sumergido como un besugo en una bañera de agua tibia? Además de aburrirme, me sentiría ridículo.
Y terminó diciendo en tono dramático: ¿Qué soy yo, acaso un rey guerrero o un poroto en remojo?
Pensándolo bien el rey Vigildo tenía razón. ¿Pero cómo solucionarlo? Razonaron bastante, hasta que al viejo chambelán se le ocurrió una idea. Mandó hacer un ejército de soldados del tamaño de un dedo pulgar, cada uno con su escudo, su lanza, su caballo, y pintaron los uniformes del mismo color que el de los soldados del rey. También construyeron una pequeña fortaleza con puente levadizo y con cocodrilos del tamaño de un carretel, para poner en el foso del castillo. Fabricaron tambores y clarines en miniatura. Y barcos de guerra que navegaban empujados a mano o soplidos.
Todo esto lo metieron en la bañera del rey, junto con algunos dragones de jabón.
Vigildo quedó fascinado. ¡Era justo lo que necesitaba!
Ligero como una foca, se zambulló en el agua. Alineó a sus soldados, y ahí nomás inició un zafarrancho de salpicaduras y combate. Según su costumbre daba órdenes y contraordenes. Hacía sonar la corneta y gritaba:
-¡Avanzad mis valientes! Glub, glub. ¡No reculéis cobardes! ¡Por el flanco izquierdo! ¡Por la popa…!- Y cosas así.
La esponja me contó que después no había forma de sacarlo del agua.
También que esa costumbre quedó para siempre. Es por eso que todavía hoy, cuando los chicos se van a bañar, llevan sus soldados, sus perros, sus osos, sus tambores, sus cascos, sus armas, sus caballos, sus patos y sus patas de rana.
Y si no hacen eso, cuénteme lo aburrido que es bañarse.
Contestar:
1. En el primer párrafo del cuento
subrayé una frase que dice “con
la espada tinta en chinchulín enemigo”
¿Qué significa? Podes consultarlo
con tus familiares para juntos descubrir a que se refiere la autora. Escribí lo
que hayan pensado.
2.
¿Quién cuenta la historia?
3.
Busca en internet en qué libro de Ema Wolf está
este cuento. Escribilo.
4.
Buscá los títulos de otros cuentos que haya escrito
la autora. Copiá al menos tres.
5.
Leele el cuento a algún integrante de tu familia,
esto te servirá para practicar la lectura en voz alta y para compartir un
momento lindo con hermanos, hermanas, padre, madre, abuelo, abuela o bien
mascota ¿por qué no? : )
TAREA 3
Te presento otro cuento de Ema Wolf llamado “¡Silencio, niños!”. Es la
historia de una maestra muy rara que da clases en una extraña escuela para
alumnos más extraños todavía.
Acordate que con una sola lectura no basta para entender el cuento,
leelo por lo menos dos veces.
Cuento: ¡Silencio, niños!
La Momia entró a la clase y todos se pusieron de pie.
—Buenas tardes —saludó.
—Bue-nas-tar-des-se-ño-ir-ta —le contestaron.
La Momia se puso los anteojos, sacó el registro del escritorio y empezó a pasar lista:
—Drácula.
— ¡Presente!
—Frankestein.
— ¡Presente!
Y siguió:
— ¡Garramunda!
— ¡Pdecente, ceñodita! —le contestó una bruja ceceosa.
— ¿Dónde está el Lobizón? — preguntó la momia de repente— ¿Hoy también faltó?
Un espectro verdoso se levantó de su asiento y dijo respetuosamente:
—Sí, faltó. Me mandó decirle que su abuelita todavía está enferma.
En el fondo del aula dormía un joven ogro.
Roncaba como un santo. Era uno de los más grandes y había repetido catorce veces primer grado. La Momia lo despertó tirándole un borrador en la nuca. Era su alumno favorito.
Por fin, todos estuvieron listos para empezar la clase. No volaba una mosca.
La Momia se plantó frente al pizarrón y se aclaró la garganta:
—Buem. Abran el manual en la página 62. Hoy vamos a aprender a atravesar paredes, algo muy útil en la vida. Si lo aprenden como es debido podrán aterrorizar a mucha gente y hacer de veras ¡muuucho daño a la humanidad!
Aquí la Momia se emocionaba. Siempre que hablaba de hacer mal a la humanidad se le humedecían los ojos y ponía voz de flan. Frente al libro abierto, los alumnos leían la lección a coro. El Atravesamiento de Paredes era más bien una clase práctica. Uno a uno, fueron ejercitándose.
Primero atravesaron una plancha de telgopor. Después una madera de dos pulgadas. Por último, tenían que atravesar la pared que daba al salón de actos, de donde los echaban porque un grupo de compañeros estaban ensayando la “Canción de la araña”. El más hábil de todos resultó ser el Fantasma. Eso de atravesar paredes se lo habían enseñado sus padres de chiquito. Había un vampiro también bastante habilidoso. Atravesaba con elegancia.
Por la mitad de la clase, le tocó el turno a Frankestein. La maestra lo llamó al frente. Pasó. Se ajustó el cinturón, se llenó los pulmones de aire para hacerse más esponjoso, cerró los ojos y avanzó decidido hacia la pared.
Muchos años después, ya jubilada, La Momia seguiría recordando aquel día extraordinario, el choque fue terrible.
La cabeza de Frankestein sonó como una caja llena de tuercas lanzada contra una escollera, pero él ni pestañó. Un salpicón de bisagras, remaches, astillas y peladuras roció a todo el mundo.
La maestra pegó un grito creyendo que su alumno se desarmaba. Corrió a ayudarlo, pero Frankie estaba decidido a avanzar. Y avanzó.
Era un muchacho sólido, tenía amor propio y no lo iba a detener una pared.
Pasar, pasó. Abrió un boquete de cuatro metros por dos y arrastró el piano que estaba del otro lado. Los integrantes del coro aplaudieron. Detrás de él la pared entera se derrumbó y con ella el cielorraso. Unas grietas espantosas aparecieron en el aula y en el techo del salón de actos.
A Frankestein le pareció un triunfo total. Estaba dispuesto a demostrarle a su maestra lo bueno que era para pasar cosas. Esta vez arremetió contra la pared que daba al patio con el ímpetu de un tren carguero.
Alumnos y maestros empezaron a correr porque el edificio entero se resquebrajaba. Los murciélagos levantaron vuelo desordenadamente. Frankie siguió atravesando paredes, una tras otra, siempre con el mismo éxito. Cuando atravesó la última, el edificio, viejo y ruinoso, se vino abajo. Desde la vereda de enfrente, todos miraban alborotados el radiante cataclismo. El polvo desmoronado hacía toser al portero.
La Momia corrió a rescatar a Frankestein de entre medio de los escombros. Estaba averiado pero contento. Enseguida le vendó las partes machucadas. Después lo miró babeante de orgullo y le dio un beso.
Evidentemente, no era lo bastante transparente, poroso y aéreo como para atravesar paredes. Pero, en cambio, era un as para los derrumbes. En toda su vida de maestra La Momia nunca había visto una catástrofe tan completa. Se imaginó que con un poco de práctica Frankie podía causar desastres mundiales.
Ese mes le escribió en el boletín de calificaciones:
“Te portas cada día peor. ¡Adelante! ¡Sigue así!”
Wolf, Ema. CUENTO CHINO Y OTROS
CUENTOS NO TAN CHINOS. BsAs., El Quirquincho. 1988.
Actividades:
Escribí la
fecha en tu carpeta y realizá las siguientes actividades, copiá las consignas y
respondelas:
1.
Anotá en el cuadro el nombre de los/las alumnos/as
de la Señorita Momia y si tienen alguna característica (es necesario que
vuelvas al texto a buscar la información).
ALUMNOS
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CARACTERÍSTICAS
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2.
¿Qué tarea tenían que hacer ese día?
3.
¿Qué pasó con Frankestein?
4.
¿Para qué era bueno Frankestein?
5.
¿Por qué te parece que suena rara y graciosa la
frase que escribe la maestra en el boletín “Te portas cada día peor. ¡Adelante! ¡Sigue así!”?
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