9 DE
JULIO DÍA DE LA INDEPENDENCIA NACIONAL
Invitamos a las familias y a
toda la comunidad educativa a compartir el acto virtual en celebración de un
nuevo aniversario de la Declaración de la Independencia de nuestro país.
HIMNO NACIONAL ARGENTINO Y
CUENTOS DE LA INDEPENDENCIA
A continuación escucharemos unas palabras de parte de las
profesoras
Claudia Alvarez de 6° A / 7° D, Lorena Tollero de 6° B,
Élida
Aloe de 7° A / 7° C y Silvana Gotuzzo de 7° B.
A continuación les compartimos un Poema sobre la independencia escrito por
Gustavo, el vicedirector.
ECOS DE LA INDEPENDENCIA
dedicado a Francisco Narciso de Laprida, presidente del Congreso del 9 e Julio de 1816,
a Andrés Rivera, escritor de la novela “La revolución es un sueño eterno”
a Jorge Luis Borges, escritor del “Poema Conjetural”
La Independencia es un anhelo eterno…
Antes de esa tarde-noche última
en la que yo, Francisco Narciso Laprida
me encontré con mi destino sudamericano,
con el hierro traidor en el pecho
y con el mezquino cuchillo en la garganta,
antes de eso, hubo también una mañana
y una tarde luminosa y patriótica
en la que los hados me depararon
la providencial circunstancia de presidir
el honorable Congreso de Tucumán del 9 julio de 1816,
que proclamó la Independencia de las Provincias Unidas
del Río de la Plata…
Antes de cernirse sobre mí la sombra del oscuro caudillo Aldao,
gestor y promotor de mi muerte,
estuvo la arenga inflamada del Padre de la Patria,
“¿Hasta cuando esperáis para declarar la Independencia?!”
que reclamaba a los criollos el querido Don José…
En aquella solemne Sala de la casa de doña Francisca Bazán,
nos encontramos entonces los ilustres Congresales,
quienes veníamos de lejanos territorios del Virreinato,
llenos de barro y de cansancio quizás,
pero allí se respiraban por primera vez
nuevos aires de esperanza y de Libertad…
Yo, Francisco Narciso Laprida, en alto sostenía la Proclama
invocando al Eterno que preside el universo
y mi mano transpiraba y mi boca pronunciaba
cada sílaba que retumbaba a través de esas paredes
y se expandía a los cielos,
hacia todos los pueblos del Sud que representábamos
y se fundía en un grito centenario que ya no era sólo mío,
el cual brotaba cual manantial desde la tierra gaucha,
erupcionaba entre el clamor de los tambores de los mulatos
y entre la furia libertaria de los negros esclavizados,
se arrastraba entre la sed nunca saciada
de las raíces profundas siempre ofendidas,
ninguneadas y acalladas de nuestros hermanos
de los pueblos originarios de esta parte de América,
retomando luego el vuelo entre las nubes
y llegando por fin esos Ecos de la Independencia
a los lugares más recónditos de la naciente Patria…
Juan José Paso y Mariano Boedo, pluma en mano,
cálamo corriente de fluida tinta libertaria,
que en sus sinuosos ríos buscaba imperiosa
cauterizar para siempre tanta sangre hermana derramada...
Y en singular y estrecho abrazo estaban
Serrano, Anchorena, Gascón, Medrano,
que unían sus voces y protestaban al orbe por la Justicia,
clamor eterno e impostergable….
Brazo sobre brazo, codo sobre codo,
entre el polvo y el lodo que todavía flotaban en el aire
de las recientes revueltas sanguinarias contra los realistas,
Castro Barros, Godoy Cruz, Agustín Maza,
Gorriti y Justo María de Oro,
aclamaban inflamados y fundidos
en la convicción unánime e indudable
de romper los vínculos violentos
que nos unían con España…
Entre los patios de esa casa tucumana,
nacía el Jardín de la República,
entre los cantos de los jilgueros, de los cardenales y de las torcazas...
Acevedo, Colombres, Salguero y Bulnes
le rugían ellos al viejo León Soberano
la necesidad criolla de investirse
en una nueva Nación, Libre y Independiente,
y no depender ya más de la avara voluntad del Rey Fernando VII,
de sus sucesores y la metrópoli...
Y Uriarte, Aráoz, Thames y Gallo
suscribían al pie y refrendaban
que, con amplio derecho y poder,
se buscaría la forma de gobierno
que nos exija la justicia y que impere
en pos del cúmulo de las actuales circunstancias,
Belgrano propuso una monarquía inca
que lamentablemente no fue escuchada…
Así la Patria engalanada, retoño floreciente de un largo sueño
y de largas luchas y cruentas batallas,
por fin en esos días se vistió de fiesta...
y los cielitos patrióticos sonaron a la orilla de los ríos,
y las chacareras se escucharon al viento de las quebradas,
y las zambas percutieron en los senderos de las montañas…
Y nosotros, los Congresales reunidos en Congreso Constituyente de la Patria,
nos comprometimos a garantizar y a defender
esa Independencia ganada
con nuestras propias vidas, con nuestros haberes y nuestra fama...
Así transcurrió, compatriotas, la luz de mis días
a pesar del final de mi noche solitaria…
Como fatal presagio, unos años después,
estaba cumpliendo con mi palabra
de dar la vida por la naciente Patria…
Yo, Francisco Laprida,
orgulloso de haber cumplido con mi destino sudamericano,
prefiero al hierro en el pecho,
al frío cuchillo en la garganta,
los infinitos ecos de la Independencia,
los cuales resonarán por siempre,
para nuestra posteridad,
desde aquella Alba de la Patria...
Para cerrar el acto escucharemos “Chacarera de la Patria”
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